La rodilla es la articulación más grande de nuestro cuerpo. Soporta grandes cargas y la mayor parte del peso. En este artículo nos vamos a detener en las lesiones que sufren dos de sus componentes: los meniscos y el ligamento cruzado anterior, haciendo especial hincapié en los problemas que pueden sufrir los futbolistas.
Los meniscos actúan de amortiguadores de la rodilla
Los meniscos son unas estructuras fibrocartilaginosas que se sitúan en el interior de la articulación de la rodilla, concretamente entre el cartílago del hueso del fémur y el de la tibia. El que se sitúa hacia afuera de la rodilla se denomina menisco externo o lateral, mientras que el que se encuentra en la parte interior se llama menisco interno o medial.
Cumplen importantes funciones, entre ellas que actúan como amortiguadores, proporcionan estabilidad a la rodilla y ayudan en la distribución de las cargas que soporta esta articulación.

Los desgarros o las roturas son las lesiones más frecuentes, ambas son comunes en el mundo del fútbol. Se pueden producir cuando la rodilla del jugador sufre un giro violento o una flexión exagerada.
Síntomas
El paciente puede escuchar en el momento de la lesión un ruido seco y experimenta un dolor muy fuerte, la sensación de rigidez e inflamación. Además suele sentir un bloqueo en la rodilla que le impide estirarla.
Tratamiento
El tratamiento dependerá del tipo de desgarro, ubicación y tamaño. Algunos no requieren intervención quirúrgica y pueden solventarse con reposo, aplicación de frío, medidas de compresión, elevación de la pierna afectada y la realización de ejercicios de fisioterapia.
Si la lesión es grave puede ser necesaria la cirugía artroscópica para repararla.
El ligamento cruzado anterior, fundamental para la estabilidad
Junto con las lesiones meniscales, las de ligamentos son las más frecuentes en los deportes de contacto como el fútbol.
Nuestra rodilla cuenta con cuatro ligamentos principales que conectan los huesos que la componen y cumplen una importante función en la estabilidad de la misma. Estos son: el ligamento lateral interno, el ligamento lateral externo, el ligamento cruzado posterior y el ligamento cruzado anterior.

El ligamento cruzado anterior (LCA) es el que se lesiona con mayor frecuencia. Está situado en la parte media de la rodilla y se encarga de impedir que la tibia se desplace hacia adelante y proporciona estabilidad rotacional.
El futbolista puede romperse este ligamento debido a un traumatismo directo en la zona, al hacer una parada rápida, tras un salto o una carrera, un giro brusco de la rodilla o un cambio de dirección.
Normalmente esta lesión no viene sola y puede venir acompañada de problemas en los meniscos, otros ligamentos, etc.
Síntomas
El deportista que la sufre siente un crujido y, dependiendo del grado de lesión, puede experimentar un dolor muy fuerte e invalidante al apoyar el pie en el suelo y al intentar caminar.
Entre los síntomas también destaca la inflamación de la rodilla en las horas posteriores al momento de la lesión.
Tratamiento
La rotura del LCA debe repararse para que la rodilla no pierda estabilidad. En los últimos años se ha establecido la cirugía como el tratamiento universal para estas lesiones, aumentando el rango de edad para la misma.
En esta intervención se utilizan injertos para reconstruir el ligamento. Estos pueden ser del propio paciente (los más utilizados), artificiales o de un cadáver.
Los resultados son muy satisfactorios en la gran mayoría de los casos y el futbolista puede recuperar el nivel de actividad previa al momento de la lesión.
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